Creo que todos tenemos un lugar que recordamos con añoro de cuando éramos pequeños, aquel lugar donde teníamos la libertad para hacer alguna actividad como correr, pasear, pescar o simplemente disfrutar lo que la naturaleza ofrecía. ¡Puede que sea un parque, un lago o maravillosamente el mar! Tomando en cuenta esta reflexión, sacó a flote la historia de Marino Morikawa, un biólogo originario de Chancay, en el norte del Perú y con ascendencia japonesa. El solía ir con su padre a un humedal llamado El Cascajo, ubicado en el mismo lugar de donde es oriundo. Este es uno de los 13 humedales con los que cuenta el Perú, y este en particular ha llamado la atención de la comunidad ambiental internacional.
La historia en sí comienza cuando Marino Morikawa dejó Perú para irse a estudiar a Japón. Después de estar estudiando y trabajando en aquel país recibe una llamada de su padre diciéndole que El Cascajo iba a ser tapado y clausurado, dado el alto nivel de contaminación que durante más de 20 años había estado atacando ambientalmente a este hábitat.
Recordemos que un humedal es un ecosistema muy productivo, ya que regulan las inundaciones, y permiten el desarrollo de muchos seres vivos acuáticos y terrestres. Es un filtrador natural del agua. Tan solo en El Cascajo hay más de mil aves migratorias procedentes de diversas partes del mundo.
Para entonces, Marino regresó a Perú en unas vacaciones, y de manera inmediata fue a percatarse de las condiciones en las que estaba el humedal. Vaya sorpresa que se había llevado! Durante todos estos años el humedal se convirtió en un punto de descarga de aguas residuales, un criadero de cerdos (chanchos) y hasta depósito de basura. De la misma manera, la superficie comenzó a llenarse de lechuga de agua, aquella planta acuática que evita el paso del oxígeno del aire y que sin duda podría acabar con este ecosistema. De manera aproximada se calculo la presencia de más de 200 toneladas de esta planta, por lo que el trabajo por intentar recuperar el humedal sería maratónico, más no imposible.
Entonces Marino tomó una decisión importante: Tratar de salvar el humedal a como de lugar. Comenzó a trabajar en la limpieza de la lechuga acuática formando una cuadrícula de 8 secciones para ir paulatinamente extrayendo esta planta. Los pobladores de los alrededores también se unieron en las labores de limpieza. En 15 días el equipo de Marino logró limpiar gran parte del humedal. Pero no todo quedó ahí. Se debía hacer algo para tratar de desinfectar el agua que había sido contaminada por la basura, las aguas residuales y lo que generó que hubiera crianza de cerdos en el agua.
La nanotecnología era el camino. Utilizó como vía las micro burbujas y los biofiltros. Estas burbujas eran esenciales para ayudar a descomponer los contaminantes y eliminar bacterias. Y los biofiltros permitían la absorción de contaminantes.
El tratamiento que usa Morikawa son diminutas burbujas, mil veces más pequeñas que las que podemos observar en una gaseosa. Al permanecer hasta 8 horas en el agua, éstas atraen bacterias y metales por la corriente estática que tiene, luego las nano burbujas desaparecen y sueltan radicales libres, los cuales descomponen los virus. Este innovador proceso ha sido reconocido por la Comisión de Ciencia, Innovación y Tecnología del Congreso de la República.
Fuente: Redacción La Mula